martes, 6 de julio de 2010

Perder por AFAno !


por Imanol Vergara
“Es difícil asumir que esto ya no nos pertenece”, la frase de Marcelo Bielsa post-eliminación de Chile en octavos de final ante Brasil sirve para ilustrar un sentimiento que también nos aqueja con un delay de cinco días. Pero mucho más difícil es intentar un análisis con la cabeza fría cuando el cadáver de un sueño aún humea.
La selección Argentina de fútbol se quedó sin mundial luego de la dolorosa derrota por 4 a 0 ante Alemania, la más abultada desde el 0-4 ante Holanda en la Copa del 74. Y con ello, el quinto mundial sin alcanzar las semifinales, 20 años que dicen que no son nada, pero las cintas con las imágenes de Italia 90 se ven roídas por el tiempo. Messi solo tenía 2 años, miren si no pasó el tiempo.
Como indica el manual, los análisis deben hacerse estudiando factores intrínsecos y extrínsecos. El análisis introspectivo va desde las puertas de la concentración hacia el campo de juego. Allí no hubo atenuantes ante un rival claramente superior en todas las líneas que jamás se sintió incomodado por el equipo de Diego y que con su típico juego alemán sumado a una generación dotada técnicamente (la de los Muller, Ozil, Podolski o Shweinsteinger) armó un verdadero festival de fútbol. Como nunca, la derrota argentina fue más mérito del rival que provocada por falencias propias. Por supuesto que hubo errores como la soledad de Mascherano en la mitad de la cancha, los huecos en defensa y la fragilidad emocional de un equipo que tras el segundo gol se desmoronó; pero el rival las acentuó y las capitalizó al máximo.
Desde las culpas que le caben al entrenador podríamos hablar de una lista de buena fe descompensada en la que para reemplazar a Mascherano sólo estaba Bolatti (más proclive al tránsito de balón que a la recuperación del mismo)o la presencia de seis delanteros cuando en el medio sólo habían tres recambios. Podría decirse que se equivocó Diego al no incluir a Verón ante los teutones para hacer doble 5 y ayudar tanto en la recuperación como en la creación y así liberar un poco más a Messi y alivianar a Masche. También podríamos endilgarle a Maradona la falta de reacción para hacer las sustituciones. Es fácil decirlo ahora, pero decirlo antes sería brujería especulativa.
En cuanto a los jugadores, el error más grave estuvo en la falta de rebeldía para sobreponerse a la adversidad. El gol de Muller a los dos minutos de partido propiciaba una situación insólita para la selección en este torneo: estar en desventaja. Sin embargo, contaban con algo a favor: el tiempo, quedaban 88 minutos para darlo vuelta, no lo aprovecharon. Además, hubo fallos como falta de concentración en las pelotas detenidas, anticipación para ganar las pelotas divididas y desmarque para dar opción de pase. Más allá de las facilidades que brindó Argentina, Alemania es un gran equipo y ganó por su propio mérito. No olvidar que esta selección venía de golear a Inglaterra y dar exhibiciones ante Australia y Ghana.
Sin embargo, este partido no debe empañar un aceptable mundial, que no alcanza a colmar las expectativas y la sed de victoria, pero hubo cosas rescatables. 1) La vocación ofensiva: Diego confió siempre en sus atacantes y en la filosofía del “no me importa que me claven 4 si yo clavo 5”, así la Argentina fue uno de los equipos más goleadores del torneo (10) y de los que más situaciones de gol generó (95 remates, 43 a puerta). 2) La innegociabilidad del tridente Messi-Higuaín-Tevez: muchos dirán que esos jugadores juegan solos, puede ser, pero Diego se la jugó, los puso y rindieron. 3) El manejo del grupo: Francia 98, Corea y Japón 02 y Alemania 06 estuvieron signados por las divisiones internas del plantel (Batistuta vs. Crespo-Piojo López, Sorín vs. Verón, o todos vs. Riquelme), Maradona armó un grupo unido en el que todos tiraban para el mismo lado. 4) La entrega del entrenador: absorbió todas las presiones, las cámaras, los flashes y los periodistas iban con él, el equipo se liberó, produjo buenas actuaciones y sumó la cota más alta de triunfos desde Mexico 86 (2 triunfos en Italia, 2 en EEUU, 3 en Francia, 1 en Corea y Japón, 3 en Alemania, 4 en Sudáfrica).
Puertas del búnker de Pretoria hacia afuera, es decir, a nivel dirigencial se puede leer la falta de una “política de Estado” que determine una línea coherente que defina un patrón de juego que se mantenga en el tiempo, más allá de los entrenadores y pese a los fracasos. Los 20 años sin semifinales muestran como se ha perdido el ADN del fútbol argentino, no por las derrotas, sino por la designación de los entrenadores, cuyos estilos y propuestas han sido variadas.
Coco Basile fue el primer DT post-Bilardo con un estilo totalmente antagónico al Narigón. Manejo de vestuario a la vieja usanza, acumulación de talento en ofensiva, poca rigurosidad táctica. Después de Coco, vino Passarella con un estilo de conducción personalista, autoritario, con un esquema de juego más equilibrado. Tras la desazón de Francia 98, arribó Marcelo Bielsa, un obsesivo de la táctica, detallista, de juego vertical, directo, riguroso e inflexible con un manejo de vestuario distante pero sin perder el control. Luego de la decepción de Corea-Japón, llegó Pekerman, un tipo pragmático, conocedor del recurso humano, que perdió el control sobre el vestuario y cuyo sistema de juego oscilaba entre el lirismo y la intrascendencia. Chau Pekerman, de vuelta Coco, chau Basile, welcome Maradona y lo que ya sabemos. Una montaña rusa de estilos.
Para que Argentina vuelva a estar entre los 4 mejores equipos del mundo, la AFA debe pensar más allá de los cuatro años que dura un proceso. Debe seguir el ejemplo de Alemania, España o, incluso y pese a todo, Italia. Los alemanes, dieron en 2002 la oportunidad a Jurgen Klinsmann que llegó con Joachim Low como ayudante. Manteniendo la filosofía del fútbol alemán, disciplinado y paciente, obtuvieron el tercer puesto en 2006. Klinsmann renunció pero asumió su ayudante que le agregó magia y asumió el costo político de llevar adelante el recambio generacional ¿Resultados? Subcampeón de Europa en 2008 y semifinalista en Sudáfrica. España con un juego estupendo, lírico, con sentido de la estética, cambió su historia y alzó la Euro 08. Se fue Aragonés y llegó Del Bosque, la misma escuela ¿Resultado? Por primera vez en la historia España es semifinalista de una Copa del Mundo. En tanto, pese a su temprana eliminación, Italia siempre ha sido fiel a su estilo y ha tenido entrenadores que lo respetaron. Podrá gustar o no, pero el resultadismo y el catenaccio le han dado a la azzurra 4 mundiales y una Eurocopa.
En fin se ha ido otro mundial, habrá tantas interpretaciones como personas hay en la Argentina. Se ha jugado bien, regular y mal, pero el resultado es el mismo de los últimos 20 años: lágrimas y ver las semis por TV. Por eso, esta situación es algo que excede al cuerpo técnico y a los jugadores. La historia del fútbol argentino necesita que la dirigencia cambie, y si no, que cambie la dirigencia. Porque si no seremos unos eternos abonados a “asumir que esto ya no nos pertenece”.

sábado, 22 de mayo de 2010

Fito Páez Barcelona Confiá


Por Maxi Uceda
La noche comenzó tranquila y terminó igual. Pero no esa tranquilidad que en materia de conciertos se suele mezclar con aburrimiento o desgano, sino que fue la tranquilidad del que sabe que hace bien su trabajo. Mientras que para los que asistimos como público fue esa tranquilidad de saber que siempre nos vamos conformes con lo brindado.
Se escuchaba demasiado bien, quizás extramadamente bien. Es posible que esto haya ayudado a inhibir un poco al público que asistió, colmando casi en su totalidad,a l`Auditori de Barcelona. Le costó a Fito Páez romper el estigma de las grandes salas destinadas a la música clásica con sus sonoros acordes rockeros. De hecho bromeo al respecto diciendo "qué elegantes estamos todos hoy", pero lo consiguió. A fuerza de buen humor y una sonoridad casi perfecta, Páez, quién esta vez llegaba muy bien acompañado a Barcelona, entregó un Playlist potente, en él aprovechó para presentar su disco nuevo Confia y, como siempre repasar, su discografía.
Vestido con traje y corbata blanca, brillaba en el escenario como una especie de halo que emanaba una potencia que desde su garganta acuchillan las palabras para abrirlas y siempre recrudecerles el sentido. Más canoso y liviano en esto de presentarse en vivo, lo veía y pensaba desde mi butaca "mierda, ¿este tipo se dará cuenta que hay gente que lo sigue desde que son adolescentes y que muchos con casi 50 años y en Barcelona, se siguen dando cita a sus conciertos?". Por supuesto que la respuesta a mi pensamiento no llegó. Lo que sí es cierto, es que desde el piano, Fito, nos hace un par de guiños a quienes ya estamos ejercitados en esto de ver sus conciertos, pues ya es un clásico la introducción a Once y seis, y sabemos que en el momento de las distorsiones hay que ponerse el cinturón de seguridad ya que éstas, son el preámbulo a Ciudad de pobres corazones. En conclusión el guión se repitió una noche más.
Una nota al margen, pero que me llamó la atención, fue en un momento que miré para la salida de la escena y estaba Alejandro Avalís (manager de Fito desde hace años). Estaba ahí sentado, en bambalinas, viendo todo lo que pasaba. En ese momento pensé que es increíble la fidelidad que ese hombre le ha demostrado a Páez año tras año, concierto tras concierto. Cuidando todos los detalles y atento de que nada se desajuste del fino encordado que existe entre el escenario, el público, los técnicos y los vasos de vodka.
Con menos temas que en la gira Argentina, y con un concierto de 2 horas (bises incluidos), prolijo, sonando como hacía mucho que no sonaba, lleno de energía y con la pasión intacta, Fito, cerró una fase de la gira en Barcelona -"siempre terminamos las giras en Madrid, hoy lo hacemos aquí, asique vamos a salir a demoler la ciudad", acotó-.
Sobre el final del show y mientras cantaba “Dar es dar”, una chica le acercó un papelito que tenía algo escrito. Fito, siguiendo la melodía de la canción adaptó lo que la nota decía, que era algo así como que esta chica había abierto un bar bautizado Polaroid. Leído esto, se guardo la nota en el bolsillo y quién dice que hayan terminado los festejos en ese bar. Lo que sí queda claro es que en algún bar terminaron.
Así se presentó Fito Páez en Barcelona, continuando con el círculo del artista, que debe cambiar la piel cada vez que sube al escenario, para que su público, la desgarre y se lleve un poco de esa desnudez que todos buscamos en el otro. Esa desnudez, que nos permite a través del otro vernos a nosotros mismos, contemplar sus partes para encontrar las nuestras y así sentirnos completos.

El significante del Valor


Por Imanol Vergara
Hay expresiones que no pueden separarse del contexto en el cual se han producido y del componente paralingüístico que obligatoriamente debe acompañarlas. Las palabras o las frases sin este componente carecerían de verdadero significado y dejarían al interpretante en un lugar de inutilidad importante.

El FC Barcelona consiguió el último fin de semana su vigésimo título de Liga con récord de puntos (99) y un andamiaje que rozó la perfección o, mejor aún, directamente se encamó con ella. Felicitaciones a los blaugranas. Pero lo que más impactó fue la celebración, particularmente las palabras de L10nel Messi. “¡Visca el Barça, visca Catalunya y aguante Argentina la concha de su madre!”.

Messi dijo mucho más de lo que el significado arbitrario de las palabras denotan. El 10 del 10 le hizo un guiño al pueblo argentino que espera de él lo que los aficionados del Barça disfrutan dos veces por semana. Ese guiño es compromiso, ahora manifiesto, del mejor jugador del mundo con la causa argentina en la próxima Copa del Mundo. “Aguante Argentina la concha de su madre” es más que decir “Aguante Argentina”. Le da una mayor fuerza enunciativa, mayor enfásis, desgarrando el sentir al momento de enunciar. “La concha de su madre” es un compromiso, es la firma de un contrato tácito que establece dejarse más que la piel en el aguante. Sin dudas, más importante que jurarle amor eterno a una mujer. Pero también muestran a un Messi de carne y hueso, real, con sentimientos, que con esto epítetos intenta silenciar aquellas voces que lo tildan de antiargentino, hereje maradoniano que ni siquiera sabe cantar el himno…patrañas.

Pero vayamos al componente paralingüístico, Messi creció, es un hombre. El momento cumbre fue incluso antes de soltar el aliento en el micrófono. Después del emocionante aullido de la penya barcelonesa a un Iniesta que acosado por las lesiones se perdió gran parte de la temporada, Messi agarró el mic y miró con altivez y elegancia sin mirar a nadie en particular. La mirada superadora agitando el micrófono en la mano era como si hablara y dijera “Soy el mejor del mundo, lo sé, todos ustedes lo saben y tengo unas ansias tremendas de morfarme el mundo”. Soberbia pura, de la buena. Esa soberbia que quizás le falta cuando juega con la albiceleste. Este mensaje es esperanzador para los argentinos, Messi creció y tiene más ganas que nadie de demostrar de lo que es capaz.

Fue un gesto y unas palabras bien maradonianas. Sé que las comparaciones son odiosas y, en esta caso, trilladas y nocivas; y pido disculpas por ello. Pero no puedo dejar de transmitir lo que sentí cuando vi y volví a ver millones de veces el video de las palabras de L10nel.

Todo esto fue un guiño a nosotros, los argentinos. Yo acusé recibo y ahora dejo de entregarme a lo místico y la cábala para sostener que Argentina levantará la Copa en Sudáfrica. Ahora me aferro al gesto de Messi. Argentina será campeón del Mundo porque tiene al mejor del mundo, que ahora sabe que lo es. Messi soberbio, altivo, elegante y, perdón Fito Páez, brillante sobre el mic en una mano. En 50 días, este artículo tendrá la verdad y si no perdón pero se me fue la olla. ¡Aguante Argentina la concha de su madre!

jueves, 15 de abril de 2010

La historia nos absolverá?


por imanol vergara
Eran los albores de la década de 1990, cuando mi pasión por el fútbol empezó a despertar lo que el tiempo convertiría en mi profesión, nada rentable, pero mi profesión. Mucho tuvo que ver el periodista deportivo argentino Juan Pablo Varsky. En esa época no había internet, tampoco televisión digital que permitiera ver partidos del fútbol europeo en directo o al menos ver resúmenes de los mismos, con la inmediatez de hoy. Había que esperar al miércoles para, a través del cable, poder ver “Europa Hoy” un pequeñísimo programa conducido por Varsky y, así, los goles de Van Basten en el Milan, los de Cantona en Man U o los de Romario en el Dream Team. Su estilo siempre fue una inspiración.
Tras el triunfo del último fin de semana del FC Barcelona sobre el Real Madrid en el Bernabéu busqué la opinión de Varsky en su columna de canchallena.com. Su contenido fue el disparador de lo que ahora intento reseñar. En uno de los pasajes, JP afirmó sobre el equipo de Pep Guardiola: “Este equipo es maravilloso y tiene reservado un lugar en los libros”. La frase es brillante, no por lo que dice porque es una obviedad, pero por lo que deja de lado. Deja de lado, la estúpida y ridícula discusión de si es el mejor equipo de la historia o no. Porque no se trata de enfrentarlo con otras grandes formaciones de la historia del fútbol mundial, si no de disfrutarlo. Sería demagógico e hipócrita poner a este equipo en el pedestal. Demagógico porque es subirse a la cresta de la ola en un día de pleno sol en las costas del Mediterráneo. Hipócrita, porque una cuestión generacional y técnica me ha impedido gozar con la Hungría del 54, el Brasil del 70, la Naranja Mecánica, el Madrid de Di Stéfano, el Ajax tricampeón de Europa o, más aquí en el tiempo, el Milan de Arrigo Sacchi y el Dream Team del Barça de Johann Cruyff.
Cronológicamente, ese libro que reserva lugar a los grandes equipos comenzaría con una reseña sobre la selección húngara que fue subcampeona mundial en Suiza 54. Los magiares mágicos, como se denominó a este equipo liderado futbolísticamente por Ferenc Puskas, Sandor Kocsis y Zoltan Czibor se dio a conocer al mundo con la obtención de la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Helsinki 52. No sólo fue revolucionario por el logro sino por el planteamiento táctico de su entrenador Gustav Sebes, que fue el primero en animarse a jugar con un dibujo 4-2-4. Tras esa épica victoria, los inventores de las reglas del fútbol los invitaron a disputar un amistoso en 1953 en Wembley. Los magiares dieron cátedra y golearon 6 a 3 escupiendo la alfombra roja de la Reina Victoria. Nunca jamás Inglaterra había perdido en Wembley. Con estos antecedentes los húngaros llegaban al Mundial de Suiza como candidatos y estuvieron a la altura de las circunstancias. En la primera fase derrotaron a Corea del Sur por 9 a 0 y a Alemania Federal por 8 a 2. En cuartos de final y semifinales cayeron sucesivamente Brasil y Uruguay por el mismo score: 4 a 2. Llegaba la final ante Alemania, equipo al que ya había goleado en primera fase. Inesperadamente, los teutones se impusieron por 3 a 2, endilgando a los húngaros su primera derrota desde 1950. El fin de una era que se coronaba sin gloria.
Tras el fenómeno de los Magiares Mágicos, el Real Madrid dio el gran golpe fichando a la estrella húngara Ferenc Puskas, que a lo largo de su carrera marcó 512 goles en 529 partidos. La filosofía de ese maravilloso equipo; que obtuvo 5 Copas de Europa consecutivas entre 1956 y 1960 y que tuvo su canto de cisne con otra más en 1966; era según uno de sus cracks, Alfredo Di Stéfano: “Si nos meten dos, les metemos cuatro”. Ese equipo se recuerda por la maravillosa delantera formada por Kopa, Puskas, Di Stéfano y Gento.
No sería hasta 1970 cuando el fútbol nos ofrecería una de esas obras dignas de compararse con cualquier majestuosidad artística: “El Brasil del 70”. Campeón mundial con la mejor versión de Pelé, acompañado por una orquesta que sonaba tan bien que hasta los sordos podían escucharla. Carlos Alberto (el ADN mismo de los laterales brasileños), Gerson, Tostao, Rivelino y Jairzinho eran geniales, Pelé los hizo históricos. Los números hablan por sí solos: campeón invicto con pleno de victorias (6 sobre 6), 19 goles en 6 juegos (3,16 de promedio) y definitivamente la Jules Rimet en la vitrinas de la CBF. En su camino a la gloria cayeron 3 campeones del mundo: Inglaterra, Uruguay e Italia; y un subcampeón: Checoslovaquia.
Esa década ofrecería también dos grandes equipos que no tenían nada que envidiarle a Pelé & cía. Bajo la bandera del llamado “Fútbol total”, Rinus Michel, obsesivo de la preparación física, lideró al Ajax hacia la conquista de Europa primero y a Holanda a los libros de historia bajo el título de “La Naranja Mecánica”, después. Ese Ajax de Cruyff, Krol, Neeskens tomó por asalto el cetro europeo, y contra todo pronóstico, en 1971, 1972 y 1973. Rinus Michel si no era Dios, era Darwin y sino Einstein. Y con esa reputación fue contratado por la selección holandesa. Holanda que sólo había disputado, con más pena que gloria, los mundiales de 1934 y 1938, llegó a la Copa de Alemania 74 con la base del laureado Ajax de Amsterdam. Con una concepción táctica de movilidad permanente, sin ataduras a ninguna posición, con un formidable despliegue físico, los tulipanes llegaron a la final donde incluso ganaban 1 a 0 con gol de Cruyff. Pero la localía, la rigurosidad y el oficio de los alemanes terminaron inclinando la balanza para una de las injusticias más grandes de la historia. Como Hungría en 1954, otro rey sin corona.
Italia siempre estuvo caracterizada por el catenaccio. El lugar común lleva a despreciar el oportunismo y el resultado en detrimento del espectáculo y la expresión artística del balompié. Pero hubo una squadra italiana que dio por tierra ese debate, volviéndolo estéril: el Milan de Arrigo Sacchi, primero y el de Fabio Capello después. Con la base de la Holanda campeona de Europa en 1988 ese equipo desplegó potrero por cualquier campo transalpino o europeo. Rijkaard, Gullit y Van Basten más Baresi, Maldini y Ancelotti o Savicevic, Weah y Boban hacían exclamar al mundo: ¡Un equipo italiano que gana y juega hermoso! Entre 1989 y 1994 el AC Milan conquistó 14 títulos, entre ellos 3 Champions.
Paralelamente, en España surgía el Dream Team del FC Barcelona. Habiendo mamado el “Fútbol total” de Rinus Michels, Johann Cruyff comandó el primer Barça que conquistó Europa, después de años y años de frustració. Zubizarreta, Ferrer, Nando, Koeman, Juan Carlos Rodríguez Moreno, Bakero, Julio Salinas, Guardiola, Eusebio, Michael Laudrup y Hristo Stoichkov; escucharon las míticas palabras de Cruyff previas a la final de Wembley ante la Sampdoria: “hemos llegado hasta la final, ahora salid y disfrutad”. En 1993 se sumó el Chapulín Romario y ahí el brillo tuvo su más prolongado orgasmo el 9 de enero de 1994 en el Camp Nou ante el clásico de toda la vida. 5-0 tres goles de Romario y la Liga en la chistera. Todavía puede leerse en los periódicos de Catalunya: “El Dream Team estuvo muy ligado con Johan Cruyff y su paso como entrenador marcó una huella de imborrable estilo, que aún permanece en la memoria y en el recuerdo de todos los barcelonistas y los amantes del buen fútbol”.
Y así, este viaje por las páginas de la historia desemboca en el Barça de las seis copas. Me rehúso a escribir sobre el equipo de Guardiola, porque hacerlo es presentar un libro sin final. Este equipo todavía está escribiendo su hoja. Entonces, ¿por qué catalogarlo como el mejor? Si así fuera nos perderíamos de todos los otros equipos que también marcaron una época. No puedo decir que este Barça de Messi es mejor que todos los que comenté anteriormente porque a los otros no los vi. Este Barça es un homenaje a todas aquella grandes escuadras que juntos hacen del fútbol y su historia, el deporte más hermoso del mundo.

jueves, 8 de abril de 2010

Benjamin Biolay en Barcelona


por maxi uceda
Me acomodo en la butaca y miro alrededor. Todo escapa de las paredes y de lo real. Flores de cerámica, caballos galopantes, árboles blancos que construyen un selvático entorno para la escena desde la cual diez musas hacen música cuyas notas perpetuadas en granito son oídas por Beethoven y Wagner que, cómplices de lo que cada nit sucede en su Palau, parecen ser los encargados de dar permiso a la actuación a los herederos de hoy. “Benvinguts al Palau de la música, apaguin els seus telèfons mòbils i recordin que està prohibit treure fotografíes”, grita la megafonía catalana que me hace volver de un dialogo imaginario que mantenía entretenido con Domenech i Mountaner, para caer en la fútil orden que, más directa que cordial, me insistía a desconectarme de los enceres infocomuicativos de pixelsuvenir, para colocarme el tubo de oxígeno en la espalda y sumergirme en las aguas de los telones aterciopelados. Un arpa, pianos, sintetizadores, chelos, trompetas, computadoras, guitarras, palabras, muchas hermosas palabras y dos bajos: uno eléctrico y otro en la garganta del cantante. Estos serán los instrumentos de la noche, instrumentos cuya función pocas veces ha sido más clara, ser las herramientas que trasladarán la consumación en obra de arte del ser de Bejamín Biolay, sus venas con el mundo de los oídos, por donde circulará esta esencia convertida en sonido. Sus canciones me llegan húmedas por primera vez, recién salidas de su garganta y parece que nada de lo que sucede está sucediendo en verdad. Pues apenas transcurren unos minutos y Biolay nos ha sacado ya a la calle, a la mugre, a esas miserias del arrabal en los bajos fondos de Pigalle, donde lo veo caminar borracho y presencio junto a los demás todas esas historias que nos susurra con voz de tormenta microfonada. “¡La chanson está viva!” grita Serge Gainsbourg y corre narcotizado, como salido de una escena de “Otto e mezzo” para abrazar a Marcello Mastroianni a quién le dice al oído: - Salúdame a tu hija de parte del garçon- cabeceando en dirección a Biolay. El repertorio es ajustado. Repasa su trayectoria musical pero toma los recaudos necesarios para hacer énfasis en su disco anterior, “Trash Yeyé”, nacido de la ruptura con su pareja (la actriz y cantante Chiara Mastroianni), mientras las secuencias más electrónicas y melodías más poperas dan lugar a “La superbe” su más reciente álbum y el más viejo de los pecados, “La soberbia”. El concierto llega a su fin. Regresamos de la escapada parisina por la magia del aplauso, sin embargo el concierto del francés me deja perfume a tango. Quizás sea porque caigo en el error tan típicamente argentino de comparar todo con nosotros mismos, pero eso fue lo que me sucedió. Tras haber disfrutado feliz de deux heures et demies des chansons françaises, tengo una enorme necesidad de abrazarme al Polaco Goyeneche. Pues sin duda Benjamín Biolay y su música poseen perfume tanguero, tal vez éste sea el que se esconde en el legado de la herencia parisina de nuestro país, un parfum a nostalgia y arrabal. Pero si bien los perfumes pueden ser heredados, las esencias son intransferibles, y cada vez que la nostalgia y arrabal me dan un tirón, la esencia del Río de la Plata se vuelve rocío en el aire y viaja con el viento hasta Barcelona, para darme un abrazo amigo en la voz de un buen tango socarrón.

martes, 2 de febrero de 2010

FE DE REMATE!


por Imanol Vergara
Nadie ha ganado tanto como él. Veamos, 16 títulos de Grand Slam, 62 en general, más de 55 millones de dólares en premios (sin contar los ingresos por derechos de imagen y publicitarios), una esposa que le administra los recursos y, como si fuera poco, dio a luz a una futura pareja de dobles: las mellizas Charlene Riva y Myla Rosa Federer; por supuesto estamos hablando de Roger, su papá.
El último fin de semana Roger Federer venció al británico Andy Murray por 6-3, 6-4 y 7-6 en 2 horas y 41 minutos, y de esa forma se adjudicó el Abierto de Australia, primer Grand Slam de la temporada. Pero el hecho en sí excede la noticia. Es que con su trabajoso triunfo sobre Murray, ahora número 3 del mundo, el suizo alzó su 16º título grande, el 4º en la tierra de los canguros, luego de los obtenidos en 2004, 2006 y 2007.
Los dulces 16 del Número 1 del mundo representan el fin de una discusión que se ha mantenido durante el último lustro: ¿es Roger Federer el mejor tenista de la historia? A esta altura del año pasado la discusión persistía porque Nadal se empeñaba en hacerlo sufrir. En la final australiana de 2009, el español se imponía al helvético (triunfo nº 12 sobre 15 en finales del mallorquín sobre Roger), lo mantenía en el segundo escalafón del ranking mundial y detenía la cuenta GS de Federer en 13 títulos, sin poder superar a Sampras, dueño de 14 grandes entre 1993 y 2000. Deshauciado, el FedererExpress lloraba y aseguraba que no aguantaba más esa situación.
A partir de allí, break point y a cuidar el saque. La mano empezó a cambiar en el Master de Madrid donde el suizo se impuso a Rafa Nadal, se quitó el karma y la puesta en marcha del plan “Quiero recuperar el cetro mundial y ser el mejor tenista de la historia, aunque llore Sampras” estaba en ejecución.
Llegó Roland Garros, a título personal su única cuenta pendiente. A la sombra de “Onán” Nadal en 2006, 2007 y 2008; Federer arribó a la tierra que adoró a Gato Gaudio con “la firme intención de caldear el ambiente y armar un buen escándalo”. Sin quererlo, el sueco Robin Soderling fue el convidado de piedra, para que Roger sea Batman, y sabido es que donde manda capitán no manda marinero. Robin le impidió a Nadal obtener su 5º Rolanga y llegó a la final donde no pudo con la bomba de relojería suiza. Adiós piedra de la derrota, bienvenida piedra de la victoria y “Hola Pete, me llamo Roger y yo también tengo 14 Grand Slams”.
Pero todavía había más en la historia. Tras su decepcionante paso por París, Rafa se bajaba de Wimbledon, donde debería haber defendido la corona arrebatada al Rey Roger I en 2008. Ya más relajado, más reconciliado con su tenis, el helvético se impuso a Andy Roddick y recuperó de manera impoluta, justa y blanca como manda la historia del All England Tennis Club y con perdón de Bob Marley el título de “Rey de la hierba”. Esto significó su 15º campeonato grande, la recuperación del número 1 del ranking de la ATP y, ya de una vez por todas, la superación de la marca de Pete Sampras.
En agosto de 2009 podría haber alcanzado los dulces 16 de no haber sido por un tal Juan Martín Del Potro con ínfulas de ser el ícono tandilense más conocido, por encima de la piedra movediza. Así Federer perdió la oportunidad de alcanzar su 6ª corona de US Open, tras las obtenidas en 2004, 2005, 2006, 2007 y 2008. Pero él sólo se lo tomó como un dilatador de placer, estiró el deseo y en Australia acabó con una discusión, que al menos en términos estadísticos, no resiste ningún tipo de análisis. No faltará quien diga que le falta la Copa Davis, pero eso es como pretender que el gran delantero del Milán en la década de 1990, George Weah, clasificara a Liberia a una Copa del Mundo.
Roger Federer, nacido el 8 de agosto de 1981, es el mejor tenista de la historia. De esta manera, así como en fútbol hablamos de Diego Maradona (al que no le guste que se compre un helado y lo lama), así como en basket hablamos de Michael Jordan, así como en el automovilismo (con perdón de Juan Manuel Fangio) hablamos de Michael Schumacher y en el boxeo hablamos de Cassius Clay o Mohammed Alí (cómo prefieran decirle), en tenis hablamos de ROGER FEDERER.

martes, 15 de diciembre de 2009


por Imanol Vergara
Desde la creación de la AFA en 1893, la época del amateurismo y los primeros años del profesionalismo, el fútbol argentino fue viendo el nacimiento y desarrollo de una pequeña burguesía. La misma estaba compuesta por Boca, River, Independiente, Racing y San Lorenzo.
La explicación de la conformación de tal élite se debe básicamente al éxito deportivo. Racing era el capo del amateurismo con 21 títulos entre campeonatos y copas; seguido de cerca por Boca que ganó 7, además de la gira europea de 1925, donde triunfó en 15 de los 19 partidos que disputó, que le dio prestigio mundial. Por su parte, en la era amateur River sólo fue campeón en 1920 pero su fama crecía en el nacer del profesionalismo (1931) a golpe de talonario con las compras de los “galácticos” de la época: Carlos Peucelle y Bernabé Ferreyra. Independiente daba cátedra en el campeonato de 1922 con un Manuel Seoane de otro planeta que marcaba 55 goles en la competición. Y San Lorenzo obtenía los campeonatos de 1923, 1924 y 1927, los subcameponatos de 1925 y 1926 y el prestigio internacional dado por la obtención de la Copa Aldao en 1923 y 1927.
El poder deportivo alcanzado por esta pequeña burguesía se tradujo en el incremento de la masa societaria de dichas instituciones, la masificación de sus hinchas a lo largo y ancho del país y, en consecuencia, un mayor peso dentro de la estructura de la AFA y un mayor poder económico. El resultado, equipos más potentes en comparación con el resto de los clubes. Así fue que desde 1931, con Boca como primer campeón del profesionalismo, hasta 1967 los cinco grandes del fútbol argentino se repartieron todos los títulos en juego. Incluso Independiente y Racing habían sido campeones de América en 1964 y 1967 respectivamente. Además la Academia se transformaba en el primer campeón mundial argentino. Sin quedarse atrás Boca fue subcampeón de América en 1963 por detrás del Santos de Pelé; y River en 1966 detrás del Peñarol de Spencer.
Así la cosa, fue Estudiantes de La Plata quien sembró la primer semillita para promover una “revolución del proletariado”. Ese equipo dirigido por Osvaldo Zubledía plantaba cara a la burguesía y gritaba campeón gracias a los Bilardo, Pachamé, Poletti, Aguirre Suárez, Verón y Malbernat. El Pincha no conforme con ello fue tricampeón de la Copa Libertadores y campeón del mundo en 1968, en Old Trafford ante el Manchester United. Y como se animó el Pincha, al final de esa década se animaron también el Velez de Bianchi y Willington que obtuvo el Nacional de 1968, y el Chacarita de García Cambón que, venciendo a River en la final, se quedó con el Metropolitano de 1969. La dictadura del proletariado estaba en marcha.
En los ´70, el germen proletario comenzaba a molestar a los grandes, sobre todo a River que entre 1957 y 1975 no gritaba campeón. Era Rosario Central el primer campeón argentino fuera del conurbano bonaerense. Los canallas, con el aliciente de haber eliminado a Newell´s con la palomita de Aldo Pedro Poy, se adjudicaban el Nacional de 1971. La Academia rosarina ganaría, además, el Nacional de 1973. Ese mismo año, también gritaría campeón Huracán, pero del Metropolitano. Dirigido por el Flaco Menotti, ese equipo se recuerda por la solidez de su defensa liderada por el Coco Basile, la magia del mediocampo comandado por Babington y las locuras en ataque de Housemann y Brindisi. Tocado en su orgullo por los torneos de Central, Newell´s se animaría y sería campeón del Metropolitano 74, gracias a la claridad de Mario Nicasio Zanabria. Como si fuera poco, la década del ´70 pondría otro eslabón en la cadena de la “revolución”: en 1978 Quilmes obtenía el Metro dirigido por el Piojo Yudica.
Si en los ´60 se había plantado la semilla y en los ´70 el germen era preocupante, en la década 1980 la dictadura de los equipos chicos en Argentina ya era una realidad. Durante ese decenio se disputaron 15 campeonatos, de los cuales 9 fueron para los proletarios. En 1980, Rosario Central obtenía su tercera corona y repetiría en 1987 con el record de ser el único equipo en la historia del fútbol argentino en ser campeón consecutivamente de la Segunda y la Primera división. Además, Estudiantes, comandado por Carlos Salvador Bilardo se proclamaba en 1982 y 1983. También arremetió como una locomotora en velocidad final, el Ferro Carril Oeste de Carlos Timoteo Griguol que con Márcico, Cañete, Cúper, Garré y demás se alzaría con los Nacionales de 1982 y 1984. Pero la cereza del postre sería Argentinos Juniors. Con la experiencia del Quilmes de 1978, el Piojo Yudica llevaría a los Bichitos a la obtención de Metro 84 y el Nacional 85. No conforme con ello, escribiría la página más gloriosa en la historia del club: la Copa Libertadores de América de 1985, con jugadores como Batista, Ereros y Borghi. Con este Robin Hood llamado José “Piojo” Yudica, Newell´s volvería a ser campeón tras 14 años, en 1988, y alcanzaría el subcampeonato de América ese mismo año al perder la final con Nacional de Montevideo.
Entrados los ´90 la burguesía estaba en crisis. Racing no era campeón desde 1966, San Lorenzo desde 1974 y Boca desde la irrupción de Maradona en 1981. Y la década no empezaría de la mejor manera para ellos. Porque con la herencia de Yudica, Marcelo Bielsa agarraría un Newell´s brillante que ganaría el título de 1991 imponiéndose en la final por penales a Boca Juniors en La Bombonera. En ese equipo destacaban Scoponi, Berizzo, Gamboa, Pochettino, Llop, Saldaña y Martino. Los de Bielsa también se quedarían con el Clausura 92 y otra vez se dormirían en las puertas de la gloria continental al perder la final de la Libertadores 92 con el San Pablo de Brasil. Sin dudarlo, el decenio de 1990 sería el decenio de Vélez Sarsfield, quien comandado por Carlos Bianchi y liderados dentro del campo de juego por Chilavert, Trotta, Bassedas, Basualdo, Gómez, Flores y Asad obtendrían el Clausura 93 y el Apertura 95, además de la Libertadores y la Intercontinental de 1994. Con Osvaldo Piazza en la dirección técnica, el Fortín se haría con el Clausura de 1996, además de la Supercopa de ese mismo año. Y cerrando la década, ya con el Loco Bielsa de entrenador y jugadores como los hermanos Husaín, Martín Posse y Fede Domínguez, la V se haría con el Clausura 98.
Con el nacimiento del nuevo milenio parecía que la burguesía se recuperaba porque, entre el Apertura 2000 y el Apertura 2002, se proclamaban campeones consecutivamente Boca, San Lorenzo, Racing, River e Independiente. Además Boca entraba en su época de oro gracias a la obtención de 4 Copas Libertadores, 2 Intercontinentales, 2 Sudamericanas y otros tantos de menor envergadura. Pero ese albor del siglo XXI no era más que un perfume del pasado. Porque Racing debió disputar una promoción para no bajar de categoría, Independiente suma frustración tras frustración (14 años sin títulos internacionales y 7 sin locales), River fue último hace un año y atraviesa una severa crisis de identidad, y San Lorenzo, con 101 años de vida, sigue sin obtener la Libertadores, competición que han alcanzado “pequeños” como Estudiantes, Argentinos y Vélez. En esta primera década del siglo XXI, que va llegando a su fin, probaron las mieles del éxito Vélez (Clausura 2005 y 2009), Estudiantes (Apertura 2006), Lanús (Apertura 2007) y Banfield (Apertura 2009). Como si todo esto no fuera poco para esta élite venida a menos, en la próxima edición de la Copa Libertadores, que dicho sea de paso ostenta Estudiantes de La Plata, no habrá participación de ningún grande. Algo que no sucedía desde 1985. Los representantes nacionales serán: Vélez, Banfield, Lanús, Estudiantes y Colón de Santa Fe.
Carlitos Marx decía: “El proletariado usará de su poder político para arrancar paso a paso a la burguesía todo su capital, centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y acrecentar con la mayor rapidez posible el cúmulo de fuerzas productivas. En un principio, todo ello sólo es posible, naturalmente mediante intervenciones despóticas en el derecho de propiedad y en las relaciones burguesas de producción”. El último campeonato de Banfield, el primero en sus 113 años de historia, es una muestra del definitivo asalto del proletariado que se ha quedado con los títulos que eran de exclusiva propiedad de la burguesía, al menos en la esfera del poder futbolístico de la Argentina ¡Viva la dictadura del proletariado!

miércoles, 9 de diciembre de 2009


por maxi uceda
Esquivar el golpe o ser sacudido en una avalancha de millones de agujas sonoras que producen una convulsión traducida en frenética danza. Convertirse en un muñeco vudú y estar en las manos de los tres más importantes gurús de la Rave, ser pinchado y producir el efecto en el que está a tu lado que a la vez es pinchado y en consecuencia dicho efecto se manifiesta en uno. The prodigy es el prodigio de resucitar el mito de la tribu que baila hipnotizada hasta perder la razón, estimulada por el sonido y las miles de luces parpadeantes que hacen del vodoo el ritual de la noche. Es también la banda que supo inventar un espacio para los decepcionados del sintz pop de los ochenta, transmutando estribillos rockeros, a un formato de loop electrónico, con una atmosfera punk de lo más salvaje, y amparándose en el aura ultra-underground de las primeras Raves inglesas, canalizaron la violencia musical de los noventa en un sonido propio, arrogante, subversivo y belicoso, consiguiendo así ubicarse entre las principales figuras de la música electrónica. Con un set en apariencia corto, el concierto de The prodigy del pasado jueves 3 de diciembre, fue lo que puede llamarse una ascensión desmesurada a un plano de desenfreno total. La jungla del rave local salió a lucir sus más virtuosos atuendos y los epilépticos movimientos se fueron apoderaron de uno en uno de la masa allí presente, consecuencia del encuentro de miles de personas que tácitamente comparten el mismo código que se renueva en cada ritual. El concierto duró aproximadamente una hora y media, tiempo suficiente y necesario para que los líderes de la banda Keith Flint y Maxim, dieran al público que se movilizó hasta el Estadio Olímpico del Montjuic, una dosis de adrenalina musical. Y bien digo que fue en apariencia corto, pues es cierto que un set de una hora y media es, entre los estándares de shows en vivo, un concierto de poca duración, pero lo que genera The Prodigy arriba y abajo del escenario es de una intensidad tal, que si durase más tiempo, la energía que logra condensar la banda se diluiría y no tendría el mismo efecto de choque que produce en el espectador. Así fue que el “The spanish invader tour” tuvo su paso por Barcelona, dejando a una audiencia de cuclillas, las piernas flexionadas como un resorte al que se le hace presión y que de tanta tensión producida sus músculos son incapaces de soportar y explotan en vertical catapultando los cuerpos hacia arriba, a ese espacio donde la música electrónica se escucha mejor, ese lugar que sólo existe y que dura el fragmento de tiempo que va desde que los pies se despegan del suelo, hasta que lo vuelven a tocar.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Deporte y otras verdades sobre la exactitud del azar!


por Imanol Vergara
Lo que determina la categoría de un equipo o su momento es el nivel de la crítica. Ya sea la saña indiscriminada o el elogio indulgente. Si pusiéramos como ejemplo el tenis, una derrota ajustada de, digamos a modo de ejemplo, Horacio Zeballos ante Roger Federer produciría una elogiosa crítica a favor del primero mientras que sobre el juego del segundo se levantarían serias dudas. O, siguiendo en casos hipotéticos, una derrota en cinco sets de Federer en la final de Roland Garros ante Rafa Nadal (versión 2008, obvio) decantaría en elogios hacia el guerrero suizo que batalló durante cuatro horas ante el rey del polvo…de ladrillo (recordemos que en un momento el entrenador de Rafa no lo dejaba siquiera acariciarse un poco).
Pese a que el resultado sea taxativo, autoritario e irrefutable porque el ganador suma tres puntos y el perdedor ninguno, hay algo que el resultado no dice. El triunfo del último domingo del Barça sobre el Madrid por 1 a 0 con la volea de Ibrahimovic, no sólo significaron tres puntos para los blaugranas, la recuperación del liderazgo en La Liga y el tercer triunfo consecutivo ante el eterno rival. Si bien en la estéril tabla de merecimientos lo más justo hubiese sido el empate, en el diario del lunes el que ganó, y por goleada, fue el FC Barcelona.
Y no ganó porque los análisis lo mostraran como un equipo superior durante los 90 minutos. Por el contrario, se destaca lo peleado del clásico. Pero lo ganó en los intersticios del mensaje. Esos lugares en los que cobra un valor especial la interpretación del interlocutor.
En su editorial, el diario madridista Marca, sostuvo que: “Pocas veces una derrota deja tan buen sabor de boca como la que ha dejado el Clásico en el paladar de los madridistas. La notable imagen ofrecida por el Real Madrid en un campo tan complicado como el Camp Nou sabe a victoria a pesar del resultado final: un 1-0 que no se ajusta en absoluto a los méritos de unos y otros”. Y agrega: “Los blancos evidenciaron que pueden tutear sin complejos al Barça, incluso en su propio feudo”.
Esta editorial del diario deportivo más vendido de España, no hace más que enaltecer el presente del mejor Barça de la historia. Porque si el “Máximo castigo para el mejor Madrid” (como titula el periódico) fue perder ante un Barça nervioso y desconcentrado que se permite jugar con un hombre menos durante media hora por la tonta expulsión de Sergio Busquets y que tuvo en Puyol y Valdés a sus principales figura; quiere decir que el conjunto de Guardiola es como el Roger Federer del fútbol. Es decir, un equipo que si gana de forma ajustada levanta la imagen del “digno” rival.
Con esta lógica, es tristísimo el presente del Real Madrid. Un merengue que hizo agua en la Copa del Rey ante la murga de Alcorcón, que tiene a Kaká y Cristiano en el mismo equipo y que, sin embargo, pierde los partidos importantes como ante Sevilla, Milan y Barcelona. Sin contar una grave inestabilidad institucional con cambios de directivos a la velocidad de los cambios de ropa interior (este año pasaron ya Calderón, Boluda y Florentino) y con enroques de entrenadores temporada a temporada (Capello, Schuster, Juande Ramos y Pellegrini en la últimas tres), que no respetan los trabajos a largos plazo y cuya poca seriedad se refleja en el plano deportivo, donde dicho sea de paso hace seis años que no pasa de los octavos de final en Champions League. Un Madrid que, por caso, vende a Arbeloa por monedas y lo recompra por millones. Por todo esto, el Madrid sería una especie de Horacio Zeballos, un jugador lejos de la elite y que será noticia por perder por poco ante un top ten.
No hay que ser bobos, hay que saber leer y escuchar. Por eso no deben pasar por alto las palabras de Iker Casillas, hipercrítico de su esquipo, que consultado acerca del buen encuentro realizado por el Madrid en el Camp Nou respondió: “A mí lo que me importa es la derrota y ahora mismo me da igual haber jugado mejor”. Y admitió que se iban del estadio azulgrana con “cara de tontos”.
Si el madridismo quiere volver a ser la gran institución que ganó nueve Copas de Europa debe reinventarse desde las palabras de Casillas, no desde la crítica indulgente a la que le basta no haber vuelto a perder por 6 a 2. El Madrid, es un grande, según la FIFA el más grande del Siglo XX, por lo tanto no puede conformarse con hacerle sombra al Barça. La historia del Real Madrid, de Di Stéfano, Puskas, Gento, Butragueño, Hugo Sánchez, Zidanes y Pavones (bueno pavones no tanto) se lo merecen.. Mientras aplaudamos este milagro del fútbol llamado FC Barcelona.

lunes, 16 de noviembre de 2009

La Nuca hace política

Deportes y otras verdades sobre la exactitud del azar!


por Imanol Vergara
La belleza del fútbol como juego radica en la renovación de las esperanzas ante cada partido. Independientemente del devenir de uno u otro equipo, en cada encuentro los hinchas piensan que el match siguiente puede ser la piedra basamental para el resurgimiento de la escuadra. Dentro del academicismo periodístico, en su momento el periodista argentino Dante Panzeri (1921-1978) había definido al fútbol como “la dinámica de lo impensado”. Es decir, más allá de los pronósticos y los papeles, la magia radica en la incertidumbre de lo que pueda suceder sobre el verde césped.
Dentro de la línea de pensamiento de Panzeri, el mundo se rindió ante el maracanazo de Uruguay en el 50, la actuación de Corea del Norte en el Mundial del 66, la de Camerún en el 90; incluso equipos como Dinamarca y Grecia se consagraron campeones de Europa contra todo pronóstico en 1992 y 2004, respectivamente. Fueron hechos que rompieron los moldes, ya que nadie podía esperar esos batacazos, salvo, claro, los hinchas de cada uno esos equipos.
Así, con esos mismos ánimos los argentinos esperamos el partido del último sábado entre el equipo de Diego y España. Con ese sentimiento de que más allá de la penosa clasificación al mundial, la ausencia de un patrón de juego definido y la confusa conducción del Diez, se le podía ganar a la mejor selección del mundo (así lo indica el ranking de la FIFA) y campeona de Europa: España. Muchos creímos que este podía ser el encuentro en el que Maradona encontrara el equipo, se amigara con el público y abriera una nueva página de cara a la etapa final de preparación para Sudáfrica.
Pero no. Argentina perdió 2 a 1 y, más allá del ajustado resultado, la diferencia entre un equipo y otro fue abismal. España se llevó puesta a la Argentina. Y no desde la prepotencia de saberse local y con unas credenciales ratificadas en la excepcional eliminatoria donde ganaron todos sus partidos; sino desde el juego mismo. Con un mediocampo de ensueño, que juega a un toque con precisión y velocidad, que presiona en bloque la salida del rival, que se desdoblan en los marcajes y que tienen la casa en orden, quiero decir, Xavi juega de Xavi, Iniesta de Iniesta así como la heladera está en la cocina y la ducha en el baño.
La albiceleste, por el contrario, volvió a ser el equipo dubitativo, incapaz de elucubrar una jugada colectiva, dar más de dos pases seguidos, tener inteligencia táctica y concentración. De esa forma, la casa no está en orden. Messi no es Messi porque agarra la pelota a 60 metros del arco del rival teniendo que sortear a medio equipo y con tan sólo un jugador delante suyo, llámese Higuaín, Tevez o Agüero. Gago no es Gago porque pega más de lo que juega. Demichelis está lejos de ser el káiser que es en el Bayern Munich, porque se desconcentra y comete un penal infantil. Tampoco hay laterales confiables y Maradona no se la brinda a ninguno, nadie se siente dueño del puesto. Por las bandas ya pasaron Zanetti, Jonás, Coloccini, Ansaldi, Papa, Emiliano Insúa y la lista sigue.
Lo más triste es que el único consuelo que tenemos es el esoterismo y la cábala, eso que el escritor Rodolfo Bracelli definió como “un pacto con el más allá”. El hecho de pensar que porque a México 86 entramos por la ventana y la preparación para esa competición fue muy mala en cuanto a resultados, como ahora sucede lo mismo, el resultado final será el mismo. Eso no hace más que hablar de la ausencia de argumentos futbolísticos para sostener lo que la historia marca que hay que sostener: que Argentina es candidata. Y ni siquiera hoy podemos pensar en “ese pacto con el más allá” porque Maradona se ha vuelto de carne y hueso.
Con todo esto no me queda más que pensar que Dante Panzeri no se equivocó cunado definió al fútbol como “la dinámica de lo impensado”. Pero ustedes me dirán ¿cómo puede ser que sostenga lo que dice Panzeri cuando está manifestando que en el Vicente Calderón se dio la lógica y España le ganó con total justicia a Argentina?
Y yo responderé que el Dante del periodismo deportivo tenía razón porque lo que está sucediendo es lo impensado. Nadie jamás hubiera imaginado unos años atrás que España llegaría como máximo favorito a un Mundial y mucho menos sostenida en su juego por un mediocampo compuesto por un brasileño (Marcos Senna es titular si está bien), un vasco (Xabi Alonso) y un catalán de nacimiento (Xavi) y otro de adopción (Iniesta). Tampoco hubiéramos imaginado que la diferencia entre la Furia y la albiceleste sería tan grande dentro del campo de juego. Pero nunca, jamás de los jamases, habríamos imaginado a una Argentina, dos veces campeona del mundo, quince veces campeona de América, una vez campeona de la Copa de las Confederaciones, con dos medallas olímpicas de oro y dos de plata, como la que hoy vemos. Triste en su espíritu, pobre en los resultados, dubitativa en su liderazgo y desperdiciando al mejor jugador del mundo. Esto sí que es la dinámica de lo impensado.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Actualidad anacrónica del tiempo y el espacio.


por maxi uceda
Si algo nos han inculcado las religiones y la magia es la cultura de la fe ciega. Esa pereza de la razón que nos conduce al estancamiento y a la sumisión ante lo propio del oscurantismo, el destino. “Pero de que las hay las hay” y cuando el entendimiento tambalea, le Fe hace su entrada triunfal se encarna en seres que se convierten en la extensión misma de la magia y de la hechicería, en este caso, Marcus Miller.
Someterse a un concierto del quizás mejor bajista de las últimas tres décadas es indudablemente una cuestión de fe. Es increíble creer que todo lo que está pasando realmente sucede, ni el diapasón de su instrumento es consciente de los movimientos y de la perfección en la ejecución y, de tan veloces, sus manos parecen desaparecer en el ritmo y la armonía propia de la pieza, digno y ágil prestidigitador.
El concierto del miércoles de Marcus Miller no sólo fue una exhibición de fineza y exactitud, sino que sirviéndose de la improvisación, los que nos reunimos en el Palau de la música en digno ritual profano, subimos al escenario para ser testigos de la composición, duelos y el milagro del conocimiento absoluto de un género y de la música, su masa creadora. La comunión entre músicos y sus instrumentos como si los materiales; metales, plásticos y maderas se derritieran y fusionaran con la piel y sangre, biología pentagramática de los músicos que expulsan desde sus cuerpos el sonido.
Miles Davis, desde las trompetas de Christian Scott, fue el ciervo sacrificado en cada escala desarmada o en cada acorde disonante y a quién se podía imaginar sentado en la platea tomándose la cara como en la contratapa de TuTu que inmortalizara Irving Pen, con esa expresión de placer y sometimiento, como aquel que se abandona al sueño ya fatigado de tanto disfrute.
Y el sacerdote con un báculo eléctrico de seis cuerdas y con su nombre quemado en la madera, abriendo las aguas del conservadurismo e invitándonos a jugar a todos, y dejándoles en claro a los infieles, que el Jazz es la máxima expresión de la música popular y que se hizo para bailar. Y que, sobre todo, no se puede quedar sentado sino que se le debe sacar a bailar, invitar una copa e intentar conquistar.
Lo que sucedió hace dos días fue sacrificio, y quizás por eso escribo al tercer día, resucitando desde la prosa la mejor de todas las magias y la más sincera fe, aquella que está fundamentada en lo real pero a la que preferimos negarle todo contenido fáctico, para no perdernos el encanto de lo imposible.

www.marcusmiller.com

domingo, 8 de noviembre de 2009

martes, 27 de octubre de 2009

Deportes y otras verdades sobre la exactitud del azar!



por Imanol Vergara
El histórico boxeador panameño Roberto “Mano de piedra” Durán, ex campeón mundial de pesos ligeros, decía dentro de su glosario de frases, comparable a la Biblia maradoneana, consultado acerca de si no estaba viejo para su enésimo retorno a los cuadriláteros: “viejo es el viento y todavía sigue soplando”.
Y vaya si el viento de la eterna juventud no resopló con ráfagas huracanadas el último domingo en el Estadio Antonio Vespucio Liberti, más conocido como el “Monumental”. El último River-Boca del año nos deparó una remake de su versión más reciente. Tal como sucediera seis meses atrás en “La Bombonera”, bosteros y gallinas igualaron 1 a 1 y los autores de los goles fueron los mismos: Gallardo de 33 años y Palermo de 35 (tenía razón Durán).
Marcelo Gallardo y Martín Palermo junto con Pato Abbondazieri, Hugo Ibarra, Cold Riquelme, Bombón Rosada, Burro Ortega y Pelado Almeyda, jugaron uno de los superclásicos con mayor promedio de edad de la historia. Aquí es dónde me detengo y cuestiono ¿en qué estado se encuentra el fútbol argentino?
No lo cuestiono por la vigencia de los veteranos que han dado sobradas muestras de tener más recursos que la suma de países del G7, G8, G20 o punto G. Es más, son estos jugadores quienes están dando el salto de calidad en la Liga Argentina y han brindado sobradas muestras de fidelidad a los colores que les dieron vida en el fútbol.
En los últimos cinco años los clubes argentinos fueron recuperando sus viejas perlas. Así River reincorporó a Salas, Gallardo, Ortega y Almeyda; Boca a Palermo, Riquelme, Ibarra, Abbondazieri, Schiavi; Estudiantes a Verón; Gimnasia La Plata a Sosa, Messera y Chirola Romero; Racing al Piojo López; San Lorenzo a Bernie Romeo; Rosario Central a los González: Kily y Equi; Colón al Bichi Fuertes.
Y la fórmula fue exitosa en muchos casos. Boca ganó la Libertadores en 2007 y la Liga en 2008, Verón emuló a su padre y el Pincha fue campeón de América 40 años después, River con Ortega como santo y seña se adjudicó el Clausura 08 tras una sequía de cuatro años; además equipos como Racing, Central y Gimnasia le escaparon al temido descenso de categoría.
Luego de la Segunda Guerra Mundial se hablaba de la Argentina como granero del mundo. Una Europa devastada por el conflicto bélico requería de la producción ganadera y agrícola de la República de Perón. En el balompié, con el correr de los años, pasó lo mismo. Un viejo continente incapaz de producir materia prima de calidad importaba lo mejor del mercado argentino.
De esta manera, entre 1990 y la primera parte de la década del 2000, la República de Maradona ingresó más de mil millones de dólares en venta de futbolistas. Se fueron Batistuta, Crespo, Ortega, Piojo López, Bruja Verón, Almeyda, Gallardo, Aimar, Cambiasso, Riquelme, Samuel, Saviola, D´Alessandro, Cavenaghi, Palermo, Kily González, Tévez, Mascherano, Lucho González, Gustavo López, Pupi Zanetti, Pascualito Rambert, Castromán, Gonzalo Rodríguez, Pintita Gago, Pipita Higuaín, Kun Agüero y muchos más.
En ese lapso, Argentina se proclamó cinco veces como campeón del mundo en juveniles. Lo hizo en Qatar 95 con Sorín e Ibagaza como jugadores franquicia; en Malasia 97 con Cambiasso, Riquelme y Aimar; en Argentina 01 con Saviola, D´Alessandro y Maxi Rodríguez; en Holanda 05 con Messi, Zabaleta y Agüero; y en Canadá 07 otra vez con el Kun más Romero, Ever Banega y Mauro Zárate.
El último mes de enero, la selección sub 20 no logró el pasaje al mundial que se disputó en Egipto y ganó Ghana (valga la redundancia). Esto disparó la señal de alarma. El conjunto dirigido por Checho Batista sólo ganó un encuentro durante el Sudamericano de Venezuela ante el lastimoso Perú. En ese equipo los buque insignia eran Toto Salvio de Lanús y Franco Zuculini de Racing, hoy en Hoffenheim de Alemania.
En los últimos cinco años se ha notado una merma en la producción de grandes valores del Fútbol Argentino. La lógica mercantil-resultadista que prende fuego los procesos y pide urgentemente eficacia, ha visto partir, cada vez más jóvenes, a los pichones de crack que seducidos por la idea de salvarse económicamente se van a destinos fuera del mapa de élite, su progreso se frena y caen en el ostracismo. Además, los dirigentes con tal de ajustar sus balances tan desajustados producto de su propia inoperancia, se ven obligados a regalar el patrimonio de los clubes.
Hoy no hay jóvenes talentos argentinos, la usina ha parado su maquinaria. Los mil millones de la última década y media se despilfarraron y salvo contadas excepciones no se invirtieron en la mejora de instalaciones para las divisiones inferiores. Así y todo, han aparecido algunos buenos jugadores, pero en todo caso siempre parece faltarles un toque de horno. Son los ejemplos de Buonanotte, Papu Gómez, Patito Rodríguez, Nico Gaitán o Pochi Chávez.
Es curioso, de granero del mundo hemos pasado a ser un grano en el culo del mundo. Es irónico pero el partido de fútbol que más nos identifica fue el disparador para plantear una profunda crisis de identidad. Por suerte podemos guardar la mugre bajo la alfombra gracias a algún gol de Palermo o de Gallardo. Viejo es el viento y su soplo se lleva nuestras miserias, perdón que te corrija “Mano de piedra”.